Visiones de Querétaro


La ciudad de Santiago de Querétaro tiene calidad de sueño o de recuerdo. En cualquier caso, es un territorio privilegiado para la felicidad, precaria aunque cierta, que se obtiene de confiar en que los recuerdos nunca desaparecen del todo y que los sueños del pasado quizás podremos encontrarlos, para reconocernos en ellos, cuando el porvenir se deje alcanzar por el presente: será efecto de las formas que la piedra y el aire y el agua en las fuentes y el silencio y los árboles fueron tomando en esta tierra, y efecto de la determinación que esas formas tienen de no cambiar y de mantener intocada la armonía de sus proporciones. O será que hay para cada quien una ciudad en la que lo aguarda, siempre que regresa a ella, una nítida y particular explicación de su más íntima índole: una ciudad, y no necesariamente aquélla en la que vive, que define para uno lo que es y lo que quiere. Y ésta, por su perseverancia en resistir a la fatalidad que hace y deshace con nuestros anhelos y nuestras voluntades, no es mala opción para elegirla como base emocional de operaciones.
(Una de las incontables imágenes que Borges, el personaje de Borges en “El Aleph”, reconoce al asomarse al punto en el que confluyen todos los puntos del universo, es un poniente en Querétaro).

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La ventana de la Zacatecana


En Santiago de Querétaro existe un peculiar museo cuyo atractivo principal consiste en la leyenda que ahí se cuenta, acerca de una mujer (la "Zacatecana") adúltera, asesina y asesinada en circunstancias de lo más sórdidas.
Ésta es la ventana de la que fuera su habitación, la misma por la que su fantasma se asoma al silencio y al sol inefable de esta ciudad.

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