Just Do It (or Post It)

Rodolfo Sánchez Gómez

Dream as if you’ll live forever,
live as if you’ll die today.
Letrero de vinilo recortado, pegado en el medallón trasero 
de la camioneta Chevrolet Tracker legalizada [año de fabricación no identificado] 
con placas de circulación HYV-8926, avistada en Guadalajara, Jalisco, por la 
Prolongación Américas, el jueves 9 de julio de 2009, hacia el mediodía).


Llevar una agenda puede ser una forma de aplazar la muerte; una súplica al destino, que nos tendrá que brindar la oportunidad de desahogar nuestros pendientes. Tal vez por eso nacemos agendados: nuestros padres tienen planeado que en los intersticios del nacer-crecer-reproducirnos-morir, vayamos a la escuela, aprendamos algún deporte y una o dos lenguas (además de la materna), tengamos chamba, abandonemos el nido, les demos nietos y, eventualmente, veamos por ellos cuando ya no puedan valerse por sí mismos, o que paguemos en nuestros hijos el esfuerzo que hicieron por sacarnos adelante. Recordemos a Kipling (con la venia de Aplijsa ):

Hijo:

Si quieres amarme bien puedes hacerlo,
tu cariño es oro que nunca desdeño.
Mas quiero comprendas que nada me debes,
soy ahora el padre, tengo los deberes.

Nunca en las angustias por verte contento,
he trazado signos de tanto por ciento.

Ahora, pequeño, quisiera orientarte:
mi agente viajero llegará a cobrarte.

Será un niño tuyo: gota de tu sangre,
presentará un cheque de cien mil afanes...

Llegará a cobrarte y entonces, mi niño
como un hombre honrado a tu propio
hijo deberás pagarle.

       No sé si entre los planes que mis padres tuvieron para mí estuvo el que diera algún día con un poema, dicho o lema que expresara mi código ético o guiara mi actuar.
       Lo que sí sé es que nací en una ciudad custodiada —vaya usted a saber por qué— por la justicia, la sabiduría y la fortaleza, a la que nunca deberá llegar el rumor de la discordia, y en la que nisi Dominus ædificaverit domum: in vanum laboraverunt qui ædificant eam. Nisi Dominus custodierit civitatem: frustra vigilat qui custodit eam.
       Perla urbana, ciudad de las rosas, además de tradicional (¿señorial?) y moderna.
       Cuna de mujeres guapas:

No hay ojos más lindos
En la tierra mía
Que los negros ojos
De una Tapatía,

y, por si fuera poco, de machos afamados por entrones (si no, pa’ qué traen pantalones),  que en la cantina exigen su tequila, exigen su canción, y nunca pierden, y si pierden... ¡pos arrebatan!
       (Sin embargo, la maledicencia extratapatía se ha encargado de divulgar que, desde 1956 —casualmente yo nací en diciembre de 1955—, a los varoncitos recién nacidos el partero les introduce en el ano las falanges distal e intermedia del dedo medio de la mano izquierda con el fin de constatar que, si grita, el bebé será mariachi; si patea, futbolista, y si sonríe, joto.)
       Desde la tele, el Tío Gamboín me pedía que no le fallara y el Tío Carmelo (un personaje al que recuerdo en blanco y negro) nos retaba: “a ver quién falla, si ustedes o yo... o yooooooohhhh...”. Por su parte, Canelita nos preguntaba cómo nos habíamos portado y si ya habíamos hecho la tarea.
       De esa misma fuente emanaron sentencias aleccionadoras:

“Si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”
“El último minuto también tiene sesenta segundos”
“Esto no se acaba hasta que se acaba”
“El que nada debe nada tiene”
“¿Tienes el valor o te vale?”

       Diversos personajes conspicuos han soltado en Guadalajara, a lo largo de los años,  frases que han llegado al bronce o calado hondo en la mente del ciudadano:

“¡Los valientes no asesinan!”,

u otras menos afortunadas, de consecuencias atroces, como aquella del que afirmaba que la solución éramos todos y que tendríamos que acostumbrarnos a administrar la abundancia:

“¡Defenderé al peso como un perro!”.

       Antes, a principios de 1970, pasó por la ciudad aquel señor de guayabera, aspirante a la Presidencia de la República, diciendo que la cosa era pa’ riba y pa’ delante, y años después se placeó otro, ése con aspecto de gerente de sucursal bancaria de pueblo chico,  proclamando que renovaría moralmente a la sociedad.
       Asistí a escuelas en las que debí comportarme virilmente (Viriliter Age). No alcancé el beneficio del mantra Spiritus Redimet Materiam porque mi padre, en el segundo de secundaria, me dijo que de colegios de paga él hasta allí llegaba. Así se me comenzó a pedir que trabajara y pensara (en ese orden).

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