Nuestro alunizaje

Rodolfo Sánchez Gómez


Como había ocurrido en veranos anteriores, las “vacaciones largas” las pasaba con algunos de mis primos en lo que llamamos “la granja”, una quinta de una hectárea fuera de la ciudad, allá lejos, por Los Gavilanes. En la enorme estancia de la casa principal seguíamos en una tele blanco y negro con gabinete de madera (¿Majestic, Philips, Telefunken...?) a Jacobo Zabludovsky y Miguel Alemán Jr., quienes eran nuestras autoridades en astronáutica, enviados plenipotenciarios en Cabo Kennedy. Por las noches, después de haber visto durante el día varias transmisiones especiales “vía satelite”, repasábamos los hechos en el noticiero Excélsior, al frente del cual estaba un señor de apellidos Martínez Carpinteiro, que le encantaba a mi mamá porque cada noche, al cerrar la transmisión, le guiñaba un ojo al decir las últimas sílabas del colofón  “nos veremos por ahí, en cualquier parte”.
       Las imágenes del 20 de julio de 1969 —que parecían registradas desde la perspectiva de un selenita escondido bajo una roca—  no mostraban gran cosa y nuestra imaginación seguramente hacía poético lo que veíamos: un par de momias obesas con cabeza de pecera pegando brinquitos de aquí para allá, dejando sus huellas sobre la doncellez de la superficie lunar; una bandera gringa asida a un tubito enclenque y un artefacto —el módulo lunar del Apolo 11—, que a la distancia de los años parece más el producto del papel aluminio, el gancho de alambre, el cartón corrugado y la cinta canela, que de la tecnología de punta de su época (por otro lado, me dicen que hay más potencia informática en el aparato con el que ahora redacto este texto que en la computadora que manejó todos los datos necesarios para llevar a buen término la misión, ¿será?).
       Las imágenes llegaban acompañadas de diálogos, que según Lucho Navarro sonarían más o menos así:

HOUSTON:    wacha wacha wa wa (scratch) wa (piiip) wachyurstep, royer.
LA LUNA:     (piiip) wa wa watiusey (piiip) (scratch) wa wacha wa, royer.
HOUSTON:    gatit gatit wacha wacha wa (brrrrrrrrr) wa wa wach (piiip), royer.
LA LUNA:    (bzzzz) oquei wa wacha (scratch) yea yea (piiip), royer [...]

       Después supimos que de un wachawacheo similar salió la frase de Neil Armstrong que se convirtiría en el lema de la aventura sideral:

“Es un pequeño paso para [   ] hombre,  un gran salto para la humanidad”.

       Y sí, aquel año habíamos llegado lejos, pero nuestro mundo estaba entrampado en las broncas de siempre: guerras, revueltas sociales, asesinatos políticos, hambrunas... y uno que otro problema de orden doméstico. Una madrugada, mientras seguramenente algunos nos soñábamos astronautas,  el tío Pepe llegó de su consultorio y encontró tapado el sanitario. Nos conminó a reunirnos en ese momento en la estancia: así nos enteramos que era posible limpiarse utilizando sólo tres cuadritos de papel.

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