Conociendo al enemigo

Maribel Mandarina

El aguacate ha existido y existirá por generaciones contadas antes de Cristo, después de Cristo, en el más allá, en la reencarnación, y lo más probable es que en el fin del mundo lo único que quede en pie sea un árbol de aguacate.
Se encuentra en la vida cotidiana de una manera silenciosa y discreta; solamente los detractores de este fruto o vegetal se dan cuenta de su plan de conquista para gobernar el mundo, y de ahí su negación a probarlo o a usarlo, por temor a caer rendidos ante sus encantos.
La llamada «mantequilla vegetal» conquista los paladares más exigentes o, mejor dicho, selecciona a quienes serán sus víctimas. No se trata de decir «No me gusta el aguacate»: se trata de estar conscientes de que un manjar de su talla se da el lujo de escoger quién puede o no comerlo. Pero la vanidad siempre nos engaña y pensamos que nuestro privilegiado, delicado y bien educado sentido del gusto no aprueba la sensación suave, cremosa, y el sabor neutro combinable casi con cualquier fruta o verdura. Basta agregarle un poco de miel y tendremos un delicioso postre, o picar chile, cebolla, cilantro, un poco de sal, y revolver con algunos aguacates para obtener un delicioso guacamole.
El aguacate, originario de México y Perú, venció a los conquistadores españoles en 1526, pues no pudieron resistirse a su sabor. Tal vez estos individuos fueron, históricamente, sus primeras víctimas certeras, ya que de inmediato el aguacate fue enviado a España con el instructivo para ingerirlo: «En el centro de la fruta está una semilla como una nuez. Y en medio de la semilla y la cáscara está la parte que se come y que es abundante, y es una pasta similar a la mantequilla y de muy buen sabor» (Oviedo).
Su nombre deriva del náhuatl ahuácatl, lo cual resulta lógico siempre y cuando se observe la forma en que cuelgan los frutos del árbol y se los compare con el David de Miguel Ángel: entonces podremos darnos cuenta de que el significado de «testículo» no es gratuito. Pero si este nombre nos incomoda, podemos llamarlo con su nombre argentino, palta, o en inglés avocado, en francés avocat, mientras que en España podremos pedir una ensalada de frutas en la que se pela un mango, un abogado (nombre con que se conoce al aguacate), una papaya y kiwis; se cortan todas estas frutas en rodajas y se ponen en una ensaladera; se pela otro aguacate, cortado en gajos finos, y se embellece la ensalada; por último se exprime una naranja y un limón, se mezclan ambos zumos y se riega con ellos la fruta.
El plan del aguacate, en su conquista del mundo, no sólo es a través de su sabor, sino de sus múltiples cualidades, nada despreciables para balancear nuestra alimentación y combatir algunos males de la actualidad. Con sus más de quinientas variedades, con sabores, olores, colores y texturas diferentes, es un fruto poseedor de un gran armamento, compuesto de múltiples vitaminas (A, C, E, B1), calcio, hierro, magnesio, zinc y otros minerales; entre los beneficios que su consumo aporta están el hecho de que regula el nivel de colesterol en la sangre, fortalece los huesos, mejora la visión, evita la formación de gases intestinales (no es bueno desaprovechar esta cualidad) y tiene efectos beneficiosos en resfriados, catarros, jaquecas, y neuralgias. Ahora bien, si se quiere un «viagra natural», se calienta un poco la leche de soja con un poco de vainilla y se deja macerar media hora para que tome el sabor; el aguacate se parte por la mitad y con un pequeño movimiento giratorio se parte y se quita el hueso, y en el hueco que queda se hace una papilla con un plátano, el aguacate sobrante, ocho almendras, una taza de leche de soja, una cucharadita de miel. Se toma con una cucharita, mezclando la zona central con la pulpa del aguacate o combinando a la vez la pulpa y la papilla puesta en la parte central. Lentamente, el aguacate va ganando terreno utilizando sistemas nunca antes visto con efectos afrodisíacos.
Pero eso no es todo: su aceite se emplea para afecciones reumáticas y los dolores de la gota; en un día cansado, cuando los pies están inflamados, bastará con tener en nuestro botiquín una crema de aguacate hecha con tres dientes de ajo machacados colocados en un bote y cubiertos de aceite, macerarados durante tres días en un lugar oscuro (una vez macerados les añadimos medio aguacate y batimos bien). Un masaje con este remedio y estaremos listos para seguir andando, y el aguacate habrá pisado otro terreno.
Ahora bien, si de ganar batallas se trata, el campo femenino está sucumbiendo al ser atacado por el aguacate en champús, cremas faciales y corporales, suavizantes de manos y reparadores de manchas y cicatrices. No queda mucho que decir sino que las mujeres serán aliadas incondicionales si el precio de rendirse es lucir un cabello brillante después de mezclar en la batidora medio aguacate, una cucharada de aceite y una yema de huevo, lo cual se aplica media hora con un masaje, se lava la cabeza y adiós estrés y bienvenido un cabello sedoso listo para la conquista.
El aguacate ya cuenta con su capital en Uruapan, Michoacán, de donde deriva la mayor parte de su ejército, y por si esto no bastara, también se logró colar, en Texas, en el Récord Guinness con un guacamole de cuatro toneladas que se elaboró en enormes tinajas para gusto y disgusto de los americanos, quienes se resistían a la ocupación y después de 93 años de tenerlo como indocumentado tuvieron que darle su visa.
No sólo el fruto del aguacate proporciona beneficios: su madera es de buena calidad y en zonas rurales se utiliza para la elaboración de yugos; las hojas de aguacate también son consideradas dentro de las municiones en el plan de batalla: alivian desde un dolor de menstruación (hirviendo seis hojas en un litro de agua y tomándolo durante el día), o en heridas ayuda a evitar la infección; da un buen sabor a los moles y mixiotes, e incluso puede reemplazar al epazote en unos ricos frijoles de olla, y de esta forma sigilosa estaremos comiendo un platillo con especias, entre las cuales las hojas de aguacate se infiltrará en las filas del enemigo.
Las hojas frescas se aplican calientes sobre la frente para aliviar el dolor de cabeza. Sus «pepas» o semillas frescas, bien molidas y secas y mezcladas con miel caliente, se aplican sobre la parte del cuerpo enferma para aliviar el dolor, posiblemente por la gran cantidad de tanino que contienen.
Pero no toda la batalla está ganada para el aguacate: su peor enemigo es él mismo, pues su proceso de oxidación es tan rápido que muchas veces el aspecto negruzco que adquiere nos provoca un rechazo natural; los conocedores chefs tienen la solución para este incidente, ya que bastará dejarlo en agua con hielo por media hora o en agua mineral fría por 10 minutos antes de machacarlos o cortarlos, y la evolución será más lenta. La inteligencia del aguacate no tiene límites; el mensaje es claro: “O me comes o me oxido”. Y no hay por qué esperar, ya que una vez obtenida su madurez y abierto dejar pasar tiempo para ser ingerido y cumplir su misión terrorista: la autodestrucción está en sus genes, no importa morir en el intento.
Al parecer el aguacate ha cubierto todos los frentes, día a día su consumo aumenta y lo mismo lo encontramos en la cocina, en el baño, con el médico, en la estética, en un spa, en nombres de ciudades como Ahuacatlán, en Nayarit, y en un sinnúmero de calles aguacate. Tal vez cuando parezca que el aguacate no entrará de ninguna manera a nuestras vidas, no faltará el amigo o vecino apodado «Aguacate», así que mas vale no ponerse verde de coraje y dejarse conquistar.

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