Mi amiga gaviota

Lizeth Arámbula
 
El siguiente ensayo puede o no leerse —depende de la osadía de cada quien— con cierta música de fondo. Quien se anime, píquele en la flechita:


«Sumérgete en su mundo de poder y enfréntalos, los tiburones te esperan». 
       Me gustaría ir al zoológico, pero está tan lejos. Ya no sé manejar y me da vergüenza subirme al macrobús. Las estaciones son un hangar plateado sin definición geométrica, algo parecido al utensilio con que se raspa el hielo. El diseño que escogieron tendría éxito si lo anunciaran como la nueva versión de una caja de mazapanes. A mi papá le gustan mucho. A mi mamá casi no. ¿Cómo molerán el cacahuate? Me gusta la canela en polvo, pero el cacahuate no. Los últimos que mastiqué tenían tanta sal que me escaldaron la lengua. Tomé agua, salí al jardín y esperé la reacción alérgica.
       Cuando tenía 9 años me subí a un árbol de lima, el zumo de la fruta me quemó y la parte interior de mis dedos se llenó de ronchas. Después sufrí múltiples ataques de asma por comer manzanas, zanahorias, jícamas, germinado de trigo y alfalfa.
       Durante un tiempo inhalé salbutamol luego ya no surtió efecto y fui hospitalizada. No acaricio gatos.
       Si el tiempo es movimiento y yo soy la misma, pero no lo mismo, no me gusta esperar. Cuando conducía les gritaba a los peatones y les aventaba el carro. Ahora en la bici vocifero y golpeo el cofre de los conductores que intentan hacer lo que yo.
       Si seré lo que soy, sí me gusta esperar. Llego antes de que mis hijos salgan de clases. Sí manejo, el otro día fui por mi mamá a una fiesta, le pregunté cómo había logrado evadir los celos de su esposo e ir. «Le dije: “Voy a trabajar”», me confesó. En ese momento me sentí muy mal, triste y engañada. Ella usó el mismo pretexto en mi infancia. Siempre trabajando.
       Convivo con ella en la comida familiar de los viernes organizada por mi abuela, recibo un par de llamadas suyas y estoy resignada a que no tomaremos jamás un café juntas, no pasará tiempo con mis hijos, no sabrá qué hay de mí.
       Los tiburones me esperan.

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