Otra vez

Israel Piña

En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Nicolás Guillén

Vi a esa hermosa mujer jadear y menearse encima de mí. Algunos dirán que eso es el paraíso, una suerte, qué disfrute. Sin embargo, en aquel momento quise salir corriendo. Ella gemía, incluso gritaba. A toda ella la tenía. Y yo… yo no sentí nada. Quizá una sensación, vacío, completamente vacío, con ansías de que todo terminara pronto. Lo peor fue que tuve que interrumpirlo todo, necesitaba escupir y enjuagarme la boca y volver a escupir. Un asco: es soledad. En el acto ésta se esconde y nos mira, burlona, detrás de las cortinas. En cuanto los cuerpos se separan, ¡b.a.n.g.!, sale y nos aplasta, y la sentimos más gorda y viscosa que antes. Entonces no soportamos la ternura, hasta el beso rehusamos. A veces estamos más solos después de fornicar. La carne firme y un pubis de ofrenda no son suficientes para paliar la tristeza. Se siente uno triste y ya, bajo la mierda. Así de simple; no es nada en especial. ¿Hay más? Hay un abismo entre hoy y hoy, un día más; dos, está bien; cinco, diez da igual, nos acostumbramos, pero no lo suficiente para no gritar, para olvidar que estamos vivos y empolvados y que siete pasos más y volaremos. ¿Adónde? No lo sé. El lugar no importa, la soledad en el fondo es la misma, siempre huele igual, algunas veces reemplaza su olor ácido por algo más blando. Hay veces que pasa eso. Sí, cómo no: la comida, una vagina húmeda, el trago de cerveza; aunque después, casi siempre y al instante, otra vez estemos con el cuerpo cercenado y la muerte entre las cejas. Qué más da. Lo primordial no es escapar por siempre, lo primordial es querer tentar la huída al infinito: la derrota perpetua. ¿Podría ser de otra forma? Imposible. Siempre me ha parecido ridícula, no ya imposible, esa noción del paraíso como la perenne felicidad, la perfección absoluta y desbordada. No es más que una proyección de nuestro deseo. Muchas veces intentamos adelantar el paraíso, traerlo a nuestros huesos: inventamos las bodas, los finales felices, los cuerpos perfectos, la comida sana, las vidas ejemplares, los científicos y sus teorías, los sacerdotes y sus santos. Ni siquiera reparamos en separar la cizaña del trigo porque desde siempre la negamos. Mas está ahí y a diario punza, crece y arde. Está ahí, como una linda mujer en su ataúd y con los ojos bien abiertos. Nos observa y luego suelta una tremenda carcajada. Pero supongamos que el paraíso existe: ¿sería tan bello como cuentan? ¿Tanta perfección es posible? Desde aquí puedo imaginarlo un fastidio, aburrido, un horror. Si todo hay en él y es perfecto, no queda (a quienes estén en él) más que esperar. El paraíso es el lugar adonde van los condenados a no desear. Todo se poseería, aunque no se haya elegido porque la elección indica carencia. Se elige algo porque no se tiene y en la elección algo queda vedado, de tal manera que siempre terminará por faltarnos algo para luego, casi de inmediato, comenzarlo a codiciar y con suerte sentir placer por un instante, tan sólo uno. En el paraíso no podría existir este vuelco, jamás se nos caería la baba por el olor a café, por unas nalgas contoneándose o por el firmamento desteñido. Para estremecerse hace falta pasar por aquí, por la tierra, reptar por ella como vil gusano a paso lento, retorcerse y levantarse en el fuego para al fin caer en cenizas y, otra vez, sentirse desdichado.

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4 comentarios

  1. Anónimo // 3:09 p.m.  

    ¡Qué buen epígrafe! Y qué bueno que sigas escribiendo.


    Saludos.

  2. Anónimo // 3:55 p.m.  

    No puedes ocultar que eres un existencialista meláncolico empedernido y, por si fuera poco, ¡necio!. Tu necedad está en comprometer tu pensamiento con las letras y con quien las lee.

    Ya hice comentarios sobre el texto: te rifaste, te rifaste (como diría Amed y como casi siempre).

    Sé que algún día muchos serán los que te lean y se conmuevan, como yo ahora y cada que te leo, gracias a esos pensamientos y sentimientos expresados en papel.

    Nash Cuash, el Ornitorrinco...

  3. Tuna Lara // 12:34 p.m.  

    Recuerdo que una vez me leíste ese fragmento, Nicolás Guillen. Por algún tiempo me urgí en encontrar al autor en el recuerdo.

    Hasta hoy sé de él.

    Y bueno, muy a pesar de las paradojas, puede ser que no crea en el paraíso, pero en lo que menos creo es en el infierno. ¿Será que Dios, y sus terrestres, son unos perfectos chantajistas?

    En fin, !qué bueno que compartas lo que tienes dentro!

  4. Anónimo // 12:17 a.m.  

    Es bueno saber de ti, de lo que piensas y sientes, aunque sea de a lejitos, intentando cada día alejarte de los que te quieren, con el simple pretexto de estar mejor, creando cada día una neblina alrededor tuyo, no sé si sea así para que no te toquen, para no sentir, en fin.

    Pero lamentablemente existe esa otra parte tuya que brota fluidamente y que hace que las personas puedan hacerte presente, es decir, no estas tan lejos como tú piensas, ya que estas palabras, signos, proyecciones o representaciones hacen que no te dejemos completamente.(¿que egoístas no?).

    En cuanto al tema de la soledad, es irremediable no sentirla, pues siempre estará allí como un perro, creo que antes de rechazarla, es necesario darle la mano, conciliar con ella, darle la oportunidad de ser nuestra amiga, de negociar con ella; pues al fin de acabo es ella quien da la vida, que inspira a seguir a delante, de hacerte saber que estas vivo. Es una intrusa insoportable que te recordará que estas aquí para sentirte peor, un suceso inquebrantable de la vida, una acompañante que siempre vivirá contigo. (¿qué bueno no?).