Aforismos I

Ernesto Briseño Pimentel

Nuestro estado básico es la ignorancia. El estado más deseable es una ignorancia consciente de sí.


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El signo distintivo de las personas de conocimiento es que cuando adquieren un nuevo conocimiento, sonríen. Por eso, pese a todo lo malo que pueda acontecerles, suelen ser personas muy alegres.

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Una vez que nos hemos percatado de que la totalidad es inalcanzable, hemos optado por la intensidad. Pero, hagamos lo que hagamos, nada podrá apagar la duda de si no hubiéramos podido aprovechar mejor nuestro tiempo.

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Siempre que confronto el conjunto de mis conceptos con la realidad en torno, quedo algo trastornado. Pero en absoluto es la conservación de la cordura lo que me mueve a pensar.

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Durante años me pregunté para qué vivir, hasta que me di cuenta de que la única respuesta satisfactoria es un cómo.

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Culto, es decir, dividido, como por un surco: el lenguaje entre yo y mi objeto.

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Según Shirley Turkle los contactos que se establecen a través de Internet permiten a las personas, debido al anonimato que pueden mantener, reconocer y desarrollar su pluralidad subjetiva y ve esto como un factor de liberación. Lo sería sin no fuese porque la necesidad de tales dispositivos por parte de quienes le dan tal uso indica que la vergüenza gobierna su vida, es decir, que un otro imaginario los sujeta. Utópico es que demos vida en nuestra existencia cotidiana a la variedad de personajes que llevamos dentro. Algunos hay, sí, que los hacen vivir: el dramaturgo, el novelista.

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Individualidad es soledad, pero también posibilidad de compañía.

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Nadie tan individual como el apasionado, es decir, como el que no teme perderse en su entrega a lo otro.

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Me tomó diez años averiguar que yo, que me creía tan individual, no era, en gran medida, sino un manojo de gestos copiados.

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Hay un infinito de ideas inauditas esperando que llegue su turno. Lo tendrán si la humanidad perdura. Pero no nos engañemos: nuestras posibilidades nos superarán por siempre.

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Entiendo que al instalarnos en el inmoralismo la belleza se convierta en nuestro último refugio. Un buen diseño siempre es, en términos estrictamente biológicos, eminentemente moral.

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Lo eterno está desconectado de todo. Ahí donde hay dualidad y relación, adviene la mutabilidad. Cuando viajo me siento como un dios epicúreo, habitante inter mundos, indiferente a todo y reposando en mí mismo. No es el menor encanto de viajar.

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Cada vez que nos encontramos ante una puerta cerrada tenemos una buena oportunidad para imaginar una novela.

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Estar sentado sobre una bomba. En momentos temo que esté cercano el día en que todos nos sintamos así por el mero hecho de estar en el mundo.

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La civilización actual: una gigantesca huida hacia delante. Como los lemmings.

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Compruebo que hay algo de cierto en la idea de los fantasmas. No son espíritus de muertos, pero proviene, efectivamente, de algo que quedó enterrado en el pasado... en nuestro propio espíritu.

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“Querer es poder”. No hay conglomerado de ideas más simple y enojoso que el que conforma la psicología popular.

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Osaka es bella. Ronronea, me mira, deambula entre mis piernas. Adquirió el gusto de comer trocitos de paté. Se sienta delante del refrigerador y su mirada me sigue sin cesar. Si le dejo el paté entero lo desprecia. Sólo lo come en trocitos de un centímetro cúbico, como la primera vez que le di. Entiendo que después de un tiempo, la mayoría de los hombres solemos poner cara de tontos y preguntarnos qué es lo que quieren las mujeres.

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El lugar de la expresión “¡Que pequeño es el mundo!” prefiero la que escuché ayer en boca de Rod Taylor en “Los pájaros”: “El mundo es una pañuelo”. Es mucho más artística y, por supuesto, significa que es algo pequeño que se puede plegar sin mucho esfuerzo de modo que un moco puede encontrarse con otro moco cualquiera.

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Que los entretenedores de todo tipo ganen mucho más que los creadores de ideas da cuenta exacta del escaso nivel intelectual en que la mayoría de la gente, por obra de los medios, actualmente se encuentra. La facilidad, el estereotipo, la sensualidad y la sentimentalidad forman un conjunto difícil de resistir. Dado que pertenezco la primera generación de niños cuya infancia estuvo acompañada por la televisión, tiendo a disfrutar de todo ello. Pero el empobrecimiento y el abaratamiento de la experiencia que todo ello produce convierten en un deber la resistencia. Por eso prefiero la dificultad, lo anormal, la contención sensorial y la elaboración intelectual.

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¿Cuándo no disponemos de un sentido moral? Sólo que a veces no escuchamos.

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Todos deberíamos preguntarnos: ¿De cuántos estafadores, de cuántos asesinos desciendo?

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Ellos no pudieron impedir que avanzara la barbarie. ¿Es esa una razón válida para que nosotros dejemos de luchar?

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1 comentarios

  1. Israel Piña // 10:28 a.m.  

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